En medio de la vorágine cotidiana no siempre es posible visualizar lo esencial...muchas veces la vida se escurre por las rendijas y el sufrimiento ajeno se ve como lejano, si es que se ve.
¿Hay tiempo para detenerse en las cosas pequeñas? ¿existe ese instante en el cual cualquier expresión de vida en peligro nos obliga a actuar sin retaceos, sin pensarlo?
Era la premura de la avanzada mañana,
millones de partículas pululando en el aire,
ruidos, ruidos sonoros, ruidos ensordecedores.
Uno a uno, todos juntos, todos solos.
Asfalto sin brillo, casonas antiguas.
Aceras angostas, papeles tirados.
Arriba, balcones...sin flores.
Murmullos, bocinas, gente
que pasa, que habla, que no mira.
Una mancha de color, sólo eso,
pero había vida, era evidente.
Desafiar la inercia inclinando el torso.
Estirar la mano, sentir el latido
profundo del desamparo.
La plaza. Los canteros llenos de bonitas flores.
Ordenados bordes. Crestas de gallo.
Extrañeza de flor ante el contacto suave.
¿Que si tenías un ala averiada...? quizá...
¡estabas tan frágil en medio de la nada!
Efímera, tan corta tu vida, un suspiro.
Sólo fui artífice posponiendo tu muerte.
Ninguna mariposa debe morir en la acera.
Hay un pétalo esperando, una cripta fragante...
Lo que fue hecho para el vuelo
debe expirar en el aire. Debe ser exhalación
su último respiro...
Por eso te he dejado allí, entre corolas,
para creer que la brisa
escribió tu epitafio.***
PAUL PEEL. Las mariposas. |
Textos: M.A.O