Las cosas que me gustan...

  • Me agradaría saber que pertenezco a una especie que fuera capaz de respetar la vida en todas sus expresiones y convertir al Planeta en un gran hogar para todos...

sábado, 20 de diciembre de 2014

Huella a huella...


Se detuvo a la vera del camino.
Llevaba consigo un cansancio gastado,
sombrío.
Comenzó mirando el suelo, detenidamente.
Un pequeño montículo de arena.
Una araña, un ciempiés, tres hormigas.
Una flor diminuta, color fucsia.
Dos ramas verde oscuro.
Varias huellas de aves, una pluma.
Un trocito de alambre oxidado, gramilla.
                              ...

Se sentó, cruzando sus largas piernas 
en posición de loto. Sabía que allí estaba su cielo.
Tuvo miedo de mirar. Lo hizo.
Seguía estando tan límpido como antes.
Una bandada de siriríes surcaba ordenada
las rutas celestes.
Una garza blanca se posó, suave y cercana.
Lejos, muy lejos, un campanario expandió
su breve letanía.
Alguien...algo...nada.

                               ...

Moneda errática.
Sonido de la brisa enredando su pelo.
Zarcillos en tirabuzón.
Magia fugaz. Crespín doliente.
Vertiente cantarina de aguas claras.
Una hoja.
El sol marchándose, parsimonioso.

                             ...

Había una música especial allí.
Notas cristalinas. Eufemismo del tiempo.
Silencio.

                             ...

Descruzó sus piernas.
Se irguió, serena.
Descalza.
Continuó su marcha.
No miró hacia atrás...***



Cómo saber descubrir a tiempo cada trama...




..desentrañar en orden las rutas del viento...




Sentir cada grieta en la yema de los dedos...


Abandonando, laxos, los pensamientos que hieran...

lunes, 8 de diciembre de 2014

Onírico.


Hoy, de puro gusto nomás,
se ha dedicado de lleno
a escuchar el sonido repiqueteante
de las gotas de lluvia
en las chapas de zinc.
Apagó cualquier aparato
tecnológico que comunicara
con el exterior.
Al cerrar toda conexión exterior
aparecieron sonidos y ruidos inesperados.
Estaban ahí, desde antes...sólo que  
no los había percibido.
Un perro ladrando sistemáticamente
en el mismo lugar.
La sirena ululando, lejana, inquietante.
Las voces en algunas casas vecinas.
Algún portazo.
Las patitas de las calandrias en el techo.
El aviso insistente de un benteveo.
Asomada en la ventana, a través de los vidrios,
vio un diminuto colibrí, engalanando el jardín.
Se detuvo. Sobre una fina rama desplegó sus alitas.
Estiraba su cuello tan largo como su pico rascando
sus plumitas. Se sacudía y las alas batidas eran
un tecnicolor en verde y azul.

El sonido de la lluvia al caer es musical.
Repica en las tejas, en las hojas de las plantas,
calles y veredas, en los paraguas, en los cuerpos desprotegidos,
en los troncos secos, los lomos de las vacas, las plumas de las aves.

Cerró los ojos y vio...caían pétalos lila de los viejos puentes,
debajo niños de ojos grandes y piel cetrina miraban azorados
el paso de los automóviles en el intrincado rulo de las rutas de Porto Alegre al cruzarse.
 Una mujer tristísima miraba sin ver. Un bebé
en brazos ignoraba aún cuál sería su destino. Casas sin puertas. Refugios al paso. Perros famélicos. LLantos sin lágrimas.
Desesperanza.

¡Apretó tanto sus párpados!.. y desfilaron ante ella
escenarios llenos de ilusiones mágicas en movimiento,
manos entrelazadas, cuerpos moviéndose al unísono.
Escuchó con nitidez la música, esos acordes tan bellos,
dramáticos, cansinos...y soñó.

Truenos. Truenos. Y aquél perro...
Creyó oír el antiguo mugir de las vacas en el potrero
ahora vacío.
En un tiempo lejano eucaliptus altísimos 
se esmeraban en tocar las nubes a su paso.
Un rayo. Fuego. Astillas. Carbón.
Y ahora un silbato, la cancha, los niños...
cosas que no importan, flores secas,
el lento respirar de los perros en sus cuchas,
los zapatos de tacón sobre la silla,
un vestido negro en la percha...
imágenes, recuerdos.

La lluvia, esa mágica hechicera...
siempre la había sentido así.
Le gustaba verla caer, vertiginosamente,
como atormentada.. o suave, como caricia.
Y también ver un vislumbre de sol
en esos estados intermedios, cuando el cielo
aún no se decide a llorar, contemplar o reír.

En una calle angosta de adoquines
los faroles anunciaban que la noche estaba allí.
Era otro el sonido de las huellas, sus huellas,
en aquel arrabal sin tregua que la vida 
le ofrecía...o le quitaba...era según cómo
lo mirase.

Las casitas de cartón, madera y lata
exhibían con descaro una pobreza 
desprovista de encantos.
Caballos flacos y macilentos,
ojos de miradas lejanas,
flores mustias.

En algún lugar, otro lugar
alguien tocaba el saxo
sólo para ella.
Unas notas quedas, suspendidas,
agridulces, sin fama, anónimas.
Sólo eran para ella...lo sabía,
lo sintió en el alma.

El viento huracanado
le sacó el sombrero
una mañana que aún no había nacido.
En los pórticos grises
palomas grises
arrullaban el amanecer
sin saberlo.

Una falda enredada
en la zarzas. 
Una luna. Dos estrellas.
Y un lobito de río
que marcó sus patitas
cerca de la orilla.

Alguien dijo que si,
que era un poco extraña.
Ella no escuchó.
Caminó. Sonrió.
Si aún la dañaban
las piedras en sus pies
nada dijo, nada hizo.

En un ventanal sin vidrios
se escondió la luna
que era de plata.
En el lago los cisnes
no eran negros.
Los heraldos de Vallejos
tampoco.
Y no era la muerte.
Lo supo.
Lo intuyó.
Lo sabía desde siempre.

Un pétalo de seda
flotaba en el aire.
Mil libros fantásticos
se hicieron añicos.
Estalló el silencio
en voces y trinos.

Amaneció por fin...***




                                                               Versos: M.A.O
                                                              Fotografías: I II y III M.A.O
                                                                                  IV foto web.



Quieto...
...en vuelo...
....surcando cielos infinitos...

El amanecer la encontró de pie...caminaba...despierta.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Elixir...

Hizo un esfuerzo...se aferró al picaporte,
dobló sus dedos, abrió la puerta...salió.

Afuera el  viento le sacudió su prisa
en el rostro pálido.

Empujó sus pies. Caminó.
Tan ardua empresa le encendió
rubores tenues en la piel de seda.

Tacones. Veredas.
Jazmines de nadie
le dieron su aroma
prendido en el pelo.

Apuró la marcha.
Estiró sus pasos.

Lejana, escuchó la
música, la que tanto amaba...

La sintió en su cuerpo.
Entrecerró sus ojos.

Los abrió...

y ahora giraba, sin saber cómo...
mientras, su figura frágil
dibujaba formas en los espejos
del salón.

Danzaba...nada importaba ya.***



Danza....moriría si no lo hiciera...



Textos: M.A.O

Fotografía: WEB.