Las cosas que me gustan...

  • Me agradaría saber que pertenezco a una especie que fuera capaz de respetar la vida en todas sus expresiones y convertir al Planeta en un gran hogar para todos...

lunes, 31 de julio de 2023

Aroma...

Sobre la mesa pequeña, que hace las veces de escritorio, he colocado

la regadera azul, y un ramo de violetas.

Reminiscencias de aquellos gestos amorosos que entibiaron mis días

de infancia.

Y siento que, a pesar de todas las ausencias, me envuelven los abrazos

que no olvido, retazos de ternura que aparecen, en cualquier momento,

en cualquier lugar...

Mis preferidas, las violetas fragantes y tímidas, escondidas entre las hojas

acorazonadas, en los bordes de los canteros, humildes y bellas...únicas.




 

 

miércoles, 9 de marzo de 2022

sábado, 16 de enero de 2021

Lo incierto.

Caía la lluvia, o flotaba,

no sabría describirla con exactitud.

Eran como gajos de su alma herida,

desgranándose etérea, acariciadora.

Ver los ventanales, las ventanas pequeñas,

todas las que la dejaron asomarse en ellas.

Las uvas. El racimo. El grillo debajo de la puerta.

El bichito de luz, tan solitario...

Y después el sol, marcando despedidas,

el pequeño alado, sus plumitas tibias,

ojitos vivaces, libertad en vuelo.

En aquel rincón de la casa de té

escribió sin ganas.

En tanto un aroma a rosas salía de la taza,

y la cucharita giraba, giraba...

Tanta era la ausencia, desmesurada.

Luego, en la cocina, las rojas ciruelas

del repasador, la planta de albahaca,

fotografías, risas, poses, el pasado

en cascadas.

Cómo desprenderse de la telaraña,

cuando no se quiere, 

cuando la costumbre ha ganado espacios,

y florecen pétalos en lugar de flores,

y pasan recuerdos, y pasan y quedan,

y ya no se marchan.

El sol se escabulle en las altas ramas,

la noche se acerca, vestida de negro,

poblada de estrellas, misteriosa y mítica,

sin decir palabra.

Los pájaros duermen.

Despiertan sigilosos los seres nocturnos,

el día se ha ido...volverá mañana.

El día se ha ido...¿volverá mañana?

Bajaban estrellas, doy fe de ello...

 

martes, 22 de septiembre de 2020

Alboradas...

Dios no está en las iglesias...no.

Hoy he visto al mendigo llamar a las puertas de la parroquia, cerrada.

Con su perro color canela, su pelo blanco, su voz quebrada.

Pero nadie abrió, nadie abrió...

Dios me ha cruzado en el parque, junto al lago.

Iba cabizbajo, preocupado. Movió sus manos y se agitaron las aguas.

Y volaron las aves blancas y negras.

Dios está en mi corazón, que palpita y se angustia.

Está en los pimpollos y en las hojas cobrizas, en los polluelos,

en los niños, en las estrellitas de sus ojos,

Dios está en las manos de los que hacen buenas obras,

y en las lágrimas de dolor y de alegría.

                     ...

Y suenan los acordes de Um Amor infinito,

Margarita nos espía detrás de las ligustrinas,

y no existe ninguna placa con su fotografía.

Mi madre me dice que me lleve el pocillito de vidrio.

No, no lo llevo. Pruebo el dulce y lo dejo, en el aparador de siempre.

Con su canasto de mimbre la abuela me invita a juntar los marlos.

Y se ordenan en filas los orejones sobre la chapa de zinc.

Caen las tardes en el paraisal, mientras recorro el campo, rodeándolo.

Por las vías pasa el tren de carga y para el cochemotor en lo del Doro.

Mis tías cosen y bordan, trenzan el trigo, hacen bolsos y sombreros

que le venderán a la Nica, en el pueblo.

El Padre Juan Esteban predica el evangelio entre nubes,

y asisten los feligreses que tanto lo quisieron.

Amanece con luz de lamparita y se enciende la cocina a leña.

Los perros se desperezan, saludan, y ladran (por las dudas).

Y dice mi tío que es el cardenal el que rompe la noche y anuncia la aurora.

Y abro mis ojos, y escucho los acordes del zorzal.

Delantal blanco, piso brillante, y los altos tacones de la Sra. Porota, la bibliotecaria

de mi escuela primaria.

Un teatrillo de títeres y yo soy el hada. Visto de rosa y tengo varita mágica.

Suenan frecuencias uruguayas en la vieja radio.

Mi padre saca cuentas y toma mate amargo. Aún no se ha muerto, aún tiene esperanzas.

No ha perdido todo, tiene sueños, proyecta futuros.

Nosotros -mi hermano y yo- somos niños. Leemos cuentos, trepamos árboles,

comemos mandarinas y nos peleamos.

Tengo un pequeño cementerio de pichones de pájaros que han muerto en las tormentas.

Le temo a los truenos.

Junto flores silvestres y canto en el mimbre de los Vazquez.

                                                  ...

Es la siesta y camino lenta por el viejo sendero de palomas y cipreses altos.

Llevo ramos de flores de jardines etéreos y me lavan la cara las lágrimas que caen.

Recorro lentamente los pasillos soleados, reconozco los nombres,

me detengo, voy repartiendo flores y capturando instantes...

                                                 ...

Y a veces estoy tan, pero tan triste, que sólo escribir me da consuelo. ***

Son tantos los recuerdos...suelen aparecer, como por sorpresa...


martes, 7 de julio de 2020

La morada.

Era invierno. Invierno de madrugada.
Dentro de sus botinetas negras anidaban, exánimes, sus pies.
Se levantó de algún sitio desconocido, aunque no hostil. En tanto, no hormigueaba la sangre en sus venas, ni en sus pies.
Alguien la miraba y, sin hablar, la instó a levantarse, a andar.
Notó las cruces y las tumbas blancas, algo ennegrecidas por el paso del tiempo. Los altos cipreses estaban allí...creía que los habían talado hacía tiempo ya. 
No le sorprendió que la cruzara uno de los chicos Barman, pero no hubo saludos, ni palabra alguna. Entre los senderitos verdes algunas personas, pocas, muy pocas, se desplazaban con suavidad, algunas la miraban, en silencio.
Volviendo de la tumba de tía Lola, rumbo a la vieja bomba de agua, un ruido estrepitoso le hizo levantar el rostro. Increíblemente una camioneta blanca, con la caja vacía y un conductor desenfrenado, aceleraba enloquecida, de costado, sobre unas rejas protectoras, oxidadas y cobrizas, del descanso final de alguien que no conocía. De pronto el vehículo se ubicó horizontal y salió despavorido por un camino polvoriento, rumbo a la nada...alcanzó a ver al volante un hombre morrudo, de cabellos castaño, algo ondulados. Se aferraba aterrado, como ante un abismo. En tanto otra mujer, como de su edad, bordeaba la tumba sin inmutarse.
Miró hacia abajo y vio que ella misma vestía toda de negro. 
Allí no estaba...
Su madre no estaba. La buscó sin éxito, pretendiendo descubrir a Chichín subido por ahí, y el canasto con siemprevivas sobre el mármol. 
Todos allí andaban sin verse, pero ella los veía. 
Arriba, en la copa de los cipreses unos búhos pequeños salmodiaban desventuras, imperturbables. Pero claro, ella los amaba, no les temía.
Y sus pies...qué extraño, andaban como sobre la superficie, pero sin tocarla.
                                                  ...                                                                                                                                             
   Una sirena quizás, o el despertador, o las patitas de su perra, llamándola. Se incorporó.
Era otro mundo su mundo. No tuvo temor. Armó las piezas del rompecabezas sin prisa.
En sus pies zoquetes de lana. La radio. La música. Las noticias.
La vida.
                                                                                                
Y la sangre hormigueando en sus venas mientras el nuevo día asomaba detrás de las cortinas...
                                                 mao.
Como su Ángel de la guarda, aquél que siempre la acompañaría...

Hubo tantos y tantos cielos amados...y los llevaría consigo...

sábado, 20 de junio de 2020

Compromiso.

Sentada frente al ventanal, sobre la mesa un plato, un par de cubiertos, una taza de té...dejó correr los pensamientos con desgano, sin oponer resistencia alguna.
Por pura inercia giró la cabeza, miró la pequeña azucarera de aluminio y la yerbera de madera antigua, también el pocillo de vidrio labrado (que otrora sirviera como probador de aquel dulce de leche)...sintió que las lágrimas pugnaban por salir de sus ojos, insistentes, dolorosas..y como en una función de teatro de entonces desfilaron personajes recordados y olvidados, conocidos e imaginarios.
Cerró los párpados, cual un pesado telón de escenario.
Su acongojado corazón se estrujó, una vez más.
¿Qué podría hacer de ahora en más? ¿Podría...?

Corrió todas las cortinas.
Cerró todas las puertas.

No creer. No esperar. No confiar.
Estar. Sólo estar...dejarse ir, no forzar nada, no luchar.

                         .......

Todo un cúmulo de fantasmas desfilaron por su mente.
En su naturaleza no estuvo, ni lo estaría jamás, darse por vencida.
Y aunque en ello se le fuera la vida, volvería a sonreír,
se juró, y a apreciar la luz y los colores, a rescatar bichos torito
dados vuelta, a ayudar hormigas que luchaban con hojas gigantescas.
Y ellas comerían de sus rosas, 
y los rosales resistirían -al igual que ella-
y redonda la luna iluminaría los campos,
y los bichitos de luz jugarían en las noches de verano.

Y aún cuando sus pies estuvieran muy cansados,
y los años vividos fueran muchos,
bailaría, ligera, grácil como el mimbre o los juncos,
escuchando las ranas anunciando la lluvia,
bebiendo del rocío,
cosechando violetas y calabazas,
sin esperar carrozas,
ataviada de luces para la partida,
dejando atrás dolores y lágrimas.

Siendo ella misma, por siempre...****



Y toda la luz que siempre celebró iluminó su oscuro trayecto...



miércoles, 10 de junio de 2020

Amigo mío...

Tanto, tanto te he amado que 
no creo poder dejar de hacerlo.
Esos, tus brazos extendidos hacia mi,
tu porte, tu prestancia,
tus fuertes raíces y tu copa ancha,
generosa, portadora de flores y de hojas,
refugio de las aves, sustento.
Serenamente dejabas que transcurran
tus días, orgulloso de tus atardeceres mágicos,
rojos, cálidos, a veces sólo de tenues colores pastel,
apagándose despacio ante una multitud de estrellas.

Ayer he sabido de tu muerte,
no he podido soportar el dolor...
salí por la callecita, tantas veces recorrida
para verte, y vi dos monstruos de acero a tus costados,
y hablaban seres sin alma a tu alrededor,
y el atardecer aún sangraba en el horizonte.

Eras lo permanente, más de un centenar de años cobijando
pájaros y sueños, testigo maravilloso de tantas historias.
Dos muñones tronchados elevabas hacia el cielo,
te pedí perdón por no poder haber hecho más para salvarte,
ni se si pude recordar las notas y la burocracia,
me corrían las lágrimas y por bajo maldecí a los dueños
de ese predio...los compradores, los que no entienden nada.

Que el único dueño de ese predio eras vos,
amigo mío, vientos de mi alma, 
y después de mirarte, por última vez,
giré sobre mis pasos,
para no lanzarme al cuello del que manejó la topadora,
la que rompió sin piedad tus raíces, tan bellas,
y la horrorosa motosierra que taló tus ramas,
arrojó los nidos sin piedad al suelo,
esa tierra hermosa que te cobijaba,
donde por años pastaban las vaquitas de Cata,
florecían los cardos, revoloteaban los abejorros,
y hacían sus cuevas las lechuzas de las vizcacheras...

Hoy no quise ver...
No pude...
Por la mañana vi que algunos vecinos miraban hacia allá,
y sellé mis oídos para no escuchar.
¿Cómo puede alguien haber matado a alguien como vos?
He llorado tantas lágrimas que mis ojos se ven enrojecidos
e hinchados, pero qué importa...vos sufriste, y eso me duele.

No te olvido. No lo haré jamás.
Guardo tus canciones de brisas de verano,
tu sabia presencia,el paso de la cola de tifón,
tu paciencia con los niños trepando tus raíces,
y esa nobleza tan tuya.

Ombú de mis amores,
compañero de mi alma.
Que sepas que por siempre te llevaré conmigo,
y tal vez algún día, cuando también me marche,
encontraré tu silueta en cualquier galaxia,
y yo mutaré en hada, seré pequeñita y alada,
y nos contaremos historias,
por toda la eternidad./****************
Eras todo luz, brisa, poesía...

..y lo serás por siempre en mi memoria...