Me detuve justo al inicio
de la frase desarmada.
Un regocijo simple, restallante,
y en el espejo de mis ojos,
donde no puedo verme,
vi su despojo resignado,
su otredad desposeída,
la lenta cavilación
de la materia transformándose.
La palabra, las palabras...
la imagen habló
desde el hermetismo de su inexistencia.
Y fue así. Sencillamente.
Ocre. Marrón. Ocre.
Se detuvo la mañana.
Sin sorprenderse.***
inexorablemente cíclico... Texto y fotografía: M.A.O |