Esa estrella existía, antes de que la mirara.
Estuvo ahí, millones de años, mas no existía para mi.
Un instante tan sólo, levantar la mirada, verla titilar...
y ya nada es igual, ahora se que existe, aún cuando
no puedo asegurar que ella sepa que existo yo.
Un peldaño. Otro. Otro más.
Subir o bajar, no es igual para mi, ni para ti.
Para la escalera es igual. Desconoce su doble vía,
no trama sobre posibles caídas, resbalones o
ansiosos saltos de dos en dos.
Sólo está. Está de estar. De sólo estar.
Vi la hoja del álamo planear suavemente.
Suspendida en la levedad de la brisa, grácil.
Un giro, un leve deslizamiento, un aterrizaje previsible.
Y su primer y último vuelo quedaron en mi retina,
aún la veo...ahora no tan nítida, confundida con otras
tantas que cayeron por ahí y arrastró el viento, sin
cortesía, sin permiso, sin avisos...
Sus ojos estaban empañados por el tiempo.
Habitaba las esquinas, cualquiera de ellas.
Y un buen día desapareció. Fue un mal día entonces.
Aún la busco al transitar las calles que solía
andar a su vez, siempre quieta, distante, como
dejándose ir.
Me pregunto si existí para ella en la caricia
que le daba al pasar. Nunca se puede asegurar
los significados del otro.
El mismo árbol, el mismo lugar, gentes parecidas.
Un atardecer. Cientos de ellos. Infinitos. Todos
diferentes. La magia del sol que se marcha.
Las sombras dibujando despedidas.
La luna mirando sin mirar.
Mis ojos los beben cada vez, como se bebe el
agua fresca o el rostro amado...ansiosamente,
sin respiro, hasta la saciedad efímera,
hasta que regrese la sed.
La arena, la playa vacía, el río que pasa,
que siempre se va. Los pasos hundidos
en la arena blanca, las huellas desnudas,
el brillo en el agua, miradas que brillan...
hay miles de peces bailando en el agua,
la risa, sus manos, la tarde que cae.
Camino sin prisa. Soy libre de pura alegría.
Estallan mis sienes en soles redondos.
Navegan mi cuello besos infinitos.
Abanicos cálidos se abren en mis manos.
Cuando todo es bello sólo hay que aceptarlo.
Ninguna pregunta.
Ninguna respuesta.
Me abrazo al ocaso para despedirlo.
Lo abrazo, me abraza...y un silencio
lleno de música y vuelos,
me anida en el pecho,
y ya no se marcha.***
Texto y fotografía: M.A.O
Recordé las estrellas de tus ojos...y las vi en el río, frente a mi. |