III. El silencio de los hombres.
Quiero mostrarte todos los cuartos
el blanco, el rosa, el pistachio, el negro
y los viejos armarios y los baúles y los pequeños cajones
y los sótanos con las tinajas vacías y los muebles rotos
abrirte todas las puertas y ventanas
mostrarte los astros por todos lados
hablarte de la sombra que crece en la pared cuando se
enciende la lámpara
de los dos cansados triángulos que dibuja la luz de la
luna en el rellano de la escalera
como dos codos que se apoyan en las rodillas de la
tristeza
hablarte de la pequeña sonrisa que se oculta en un vaso
de agua
del gran dolor que se oculta bajo la sonrisa
y el vello del fruto que tortura los dedos del amor
mostrarte cuán pequeño soy
cuán grande soy
para que no quede nada mío para que no sea nada tuyo
para unirnos más allá de nuestros cuerpos separados.
María callaba.
No abría ninguna ventana. ¿No había ninguna ventana?
Y el silencio aumentaba entre nosotros, como el río,
como el mar. Nos sentamos
en orillas opuestas y lloramos. Hasta que subía el
silencio y nos ahogaba.
Dime, ¿dónde nos uniremos? -dijo. Dime, ¿dónde el
silencio unirá nuestros dedos?
Más adentro de nuestros dedos, ¿dónde nos uniremos?
Qué lamento
romperá estos negros vidrios-. No para conocer o
conocernos
sino para fijar exactamente nuestro lugar, para cambiar
de raíz
tal como la raíz y la hoja están de acuerdo en la luz.
Abre las ventanas, dijo.
Cada día nuestras palabras esconden menos silencio.
Las ventanas dan al cielo, a las casas y a las espigas.
Fragmento de: "El río y nosotros."
Yanis Ritsos. Poeta griego.
1909-1990
Era azul, y no era....era del color que ella quería que fuera... |