ni tan siquiera al entornar los ojos.
Pero lo da por hecho: ella está ahí,
siempre ahí, discreta y silenciosa,
paciente, sin apremios.
Sabe que no se irá, es decir,
lo hará, pero cuando el momento llegue.
Entonces quizá sea así:
levemente tocará su hombro,
le recordará que ha llegado
por fin ese instante,
el que imaginó de mil modos,
pero ninguno de esos modos fue.
No opondrá resistencia alguna,
no se si estará feliz, o triste,
si verá la luz, o la oscuridad,
sólo se que aceptará el envite;
imperceptiblemente mirará hacia atrás,
pero sólo segundos.
Después, lo que será...será.
No podrá escribirlo, ni contarlo,
ni recordarlo para otros.
Sucederá.
Será el último suceso.
El que no se espera y, sin embargo,
es inevitable, natural, humano,
el sello final de la vida misma.
Y partirá pensando, quizás,
que no olvidarán su nombre,
su rostro, sus manos...
sus palabras.
Y sólo por eso,
habrá valido ser alguna vez.***
Y los pájaros, y sus trinos....ellos la acompañarán. |