De repente me vi, fuera del mundo, más allá de lo inteligible.
Y en el silencioso espacio de lo que llamamos vida
yacían mis objetos, como esperándome.
Aquí y allá los libros, los olvidados, los antiguos, los nuevos.
Mis cuadernos de escritura, las pequeñas libretas ayuda-memoria,
la taza preferida, el espejo del aparador antiguo,
las cajas con fotos, las historias rotas, los sueños a cumplir.
En el placard los vestidos de fiesta, los trajes de danza,
el vestido bordado del ajuar de mi tía, mis guardapolvos del
Jardín de Infantes, el de la Primera Comunión...
Las aspas del ventilador detenidas, la cama sin tender,
cortinas bajas, sillas con almohadones, una birome azul.
En la cochera el auto que ansía las rutas, y en el techo
los llamadores de ángeles, los atrapasueños.
Un racimo de uvas negras, una frutera, los recuerdos
recientes de los objetos amados por mi abuela y mi madre.
La puerta cerrada. Las plantas...tristes. Y una nube blanca
pasando despacio sobre mi lapacho rosa.
El jazmín esparciendo aromas de nostalgia,
errantes los caracoles, callados los pájaros.
Una pequeña olla, un par de cubiertos, un vaso azul, dos
compoteras, la cuchilla de mi padre, su ponchillo beige, la biblioteca de mi hijo,
su escritorio, sus pinturas, las cajas con apuntes,
mi computadora, las agujas de tejer, los ovillos, el centímetro,
los collares de mis perros, las cuchitas revueltas,
los dibujos de mi sobrina, mis peluches, mis muñecas.
Y llegarán ellos, propios y extraños, y casi sin reconocer
a los testigos, pasarán raudos, esquivando el llamado,
aferrados al presente.
Consciente de todo me pregunto si he muerto.
Elevando mi mano tejo los recuerdos.
Y quizá lloro...por ellos, por mi, por los otros.
Absoluta visión de lo efímero, y de lo trascendente.*
Texto y fotografía: mao.
Y en el silencioso espacio de lo que llamamos vida
yacían mis objetos, como esperándome.
Aquí y allá los libros, los olvidados, los antiguos, los nuevos.
Mis cuadernos de escritura, las pequeñas libretas ayuda-memoria,
la taza preferida, el espejo del aparador antiguo,
las cajas con fotos, las historias rotas, los sueños a cumplir.
En el placard los vestidos de fiesta, los trajes de danza,
el vestido bordado del ajuar de mi tía, mis guardapolvos del
Jardín de Infantes, el de la Primera Comunión...
Las aspas del ventilador detenidas, la cama sin tender,
cortinas bajas, sillas con almohadones, una birome azul.
En la cochera el auto que ansía las rutas, y en el techo
los llamadores de ángeles, los atrapasueños.
Un racimo de uvas negras, una frutera, los recuerdos
recientes de los objetos amados por mi abuela y mi madre.
La puerta cerrada. Las plantas...tristes. Y una nube blanca
pasando despacio sobre mi lapacho rosa.
El jazmín esparciendo aromas de nostalgia,
errantes los caracoles, callados los pájaros.
Una pequeña olla, un par de cubiertos, un vaso azul, dos
compoteras, la cuchilla de mi padre, su ponchillo beige, la biblioteca de mi hijo,
su escritorio, sus pinturas, las cajas con apuntes,
mi computadora, las agujas de tejer, los ovillos, el centímetro,
los collares de mis perros, las cuchitas revueltas,
los dibujos de mi sobrina, mis peluches, mis muñecas.
Y llegarán ellos, propios y extraños, y casi sin reconocer
a los testigos, pasarán raudos, esquivando el llamado,
aferrados al presente.
Consciente de todo me pregunto si he muerto.
Elevando mi mano tejo los recuerdos.
Y quizá lloro...por ellos, por mi, por los otros.
Absoluta visión de lo efímero, y de lo trascendente.*
Y un haz de luz iluminó aquel sendero... |