Un cortinado de tonos claros corta en línea recta el manto negro del cielo.
En algún lugar, no muy lejano, la lluvia despliega sus bondades. La ciudad se tiende...adormecida.
Algunas luces brillantes en un ventanal. Los edificios, medianamente altos, se yerguen sobre las casas bajas, enrejadas.
No duermen. Son muy pocos los que logran dormir.
Las cortinas se mecen al ritmo de la brisa nocturna. Pasan vehículos. Mucho ruido.
En un club cercano algunos juegan, distendidos.
Un diminuto grillo corta con sus alitas el desatino noctámbulo de la humanidad.
Risas cercanas. Diálogos que se extravían en las escaleras pulcras y eficientemente desinfectadas.
Uniformes blancos, anchas batas verdes.
Quizá sean unos pocos los que duerman.
Casi todos piensan en la gravedad de la situación, en el por qué, en qué harán luego...cada minuto se estira, se torna interminable.
Un libro con marcador.
Dos vasos transparentes.
Una heladerita pequeña.
Un ovillo de piolín y una aguja de crochet.
Ansiedad. Compás de espera.
El lento gotear del suero...
Cercanas se oyen las campanadas de la Iglesia de la Piedad.
En el tenue lucerío se destaca el antiguo edificio de ladrillos vistos.
Paraná nocturna. |
Texto: M.O
Fotos: Paraná hacia el mundo.
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