Sin espejos, no la ha visto caer,
sobradamente sabe que es una lágrima.
Y mientras mira, sin ver quizás, piensa
que ya es tiempo de dejarlas correr,
hasta que se agoten en medio de la angustia,
hasta que truequen en sonrisas tibias, en
carcajadas francas.
Y nada le parece en este instante más bello
que el sonido acompasado del reloj de pared,
y aquellas campanadas, con sabor a natillas
y perfume a leña, con trinos de pájaros en la
aurora y lánguidos crespines en los atardeceres.
Entonces dibuja, dibuja líneas rectas y curvas,
traza callejuelas de tierra y empedradas,
recorta retazos estampados, mientras oye el
rítmico pedal en la máquina de coser;
más allá de las ventanas los naranjos de verano,
en la esquina el cedrón, sobre la veredita la planta
de la fortuna, las voces que regresan, una tras otra,
todas a la vez...
Noches frías crepitantes al fuego de la vieja cocina.
Mates que pasan de mano en mano,
tazones de loza, el cajón de los cubiertos,
las pavas negras, siempre con agua caliente,
las estampas de Molina Campos en la pared,
los calendarios, las fuentes rectangulares...
Doce campanadas en el viejo reloj.
Presidiendo el comedor los retratos ovalados de los abuelos.
Ha visto partir a tantos ya...todos amados.
Se aferra a los relatos, a la memoria,
los trae una y otra vez.
Se siente así menos frágil.
Su padre la abraza, la tapa por las noches.
Su madre reza con ella el "ángel de la guarda".
En una escalera eterna
se suceden los escalones gastados.
Y es la vida tan sorprendente,
como también lo es la muerte.-
mao ***
sobradamente sabe que es una lágrima.
Y mientras mira, sin ver quizás, piensa
que ya es tiempo de dejarlas correr,
hasta que se agoten en medio de la angustia,
hasta que truequen en sonrisas tibias, en
carcajadas francas.
Y nada le parece en este instante más bello
que el sonido acompasado del reloj de pared,
y aquellas campanadas, con sabor a natillas
y perfume a leña, con trinos de pájaros en la
aurora y lánguidos crespines en los atardeceres.
Entonces dibuja, dibuja líneas rectas y curvas,
traza callejuelas de tierra y empedradas,
recorta retazos estampados, mientras oye el
rítmico pedal en la máquina de coser;
más allá de las ventanas los naranjos de verano,
en la esquina el cedrón, sobre la veredita la planta
de la fortuna, las voces que regresan, una tras otra,
todas a la vez...
Noches frías crepitantes al fuego de la vieja cocina.
Mates que pasan de mano en mano,
tazones de loza, el cajón de los cubiertos,
las pavas negras, siempre con agua caliente,
las estampas de Molina Campos en la pared,
los calendarios, las fuentes rectangulares...
Doce campanadas en el viejo reloj.
Presidiendo el comedor los retratos ovalados de los abuelos.
Ha visto partir a tantos ya...todos amados.
Se aferra a los relatos, a la memoria,
los trae una y otra vez.
Se siente así menos frágil.
Su padre la abraza, la tapa por las noches.
Su madre reza con ella el "ángel de la guarda".
En una escalera eterna
se suceden los escalones gastados.
Y es la vida tan sorprendente,
como también lo es la muerte.-
mao ***
He visto caer las hojas en otoño, y resurgir las frondas en primavera... |
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