Tapiz, pastizales,rosa, blanco
y abreviaba la luna su paso por mi cielo...
Alguien pasaba, otros no lo hicieron,
algunos pisaron antes el suelo que ahora
mi huella marca.
El roce, el suspiro, la mirada que busca,
el sesgo que aventura,
pasajeras, las nubes no buscan, ni encuentran.
Era la brisa, esa viajera, y yo creí
que su caricia era sólo mía, sólo por creerlo,
no por apropiarme, no por poseerla.
Trinos. Gritos. Campanadas de un son
en las mañanas de domingo.
Y era la incertidumbre horadándolo todo.
Gris más gris. Herrumbre.
En los costados del camino derramábanse
las gráciles danzarinas de los altos y espigados álamos.
Camiones veloces.
Automóviles veloces.
Veloces motonetas.
Y detuvo el dolor todos los instantes.
Sólo se manifestó, así, plenamente.
Y desaparecieron de repente los pájaros del cielo.
Sin gritos.
Sin preguntas.
Sólo y tan sólo eso: dolor.
Un universo en sí mismo.
Un por qué sin respuesta.
Lacerante y certero.
Inesperado.-
JUAN LOBILLO CORBACHO. Mirando el campanario. Texto: M.A.O |
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