La he visto al final de una amplia avenida.
La he visto sobre la alameda y cerca del ombú.
La he visto en medio de altos edificios.
Siempre igual, siempre bella...
He visto crecer la tajada de sandía y decrecer la esfera.
La sombra y la luz. Cada noche un poco más, a la inversa.
KYRIOS AETHER. Alquimia II. Barcelona. España |
En la plaza brillaba el agua de las fuentes. El reloj del municipio marcaba las horas, como siempre.
En la puerta de la catedral había una madre joven con su bebé dormido...¿dormido?...pidiendo limosna. Adentro dicen que está dios, no les creo, la hubiese invitado a pasar.
Muchas personas salían del cine Rex. Un niño dijo a su padre: "¿vamos a comer algo?" y el padre respondió: "compraremos unos bizcochos, no me alcanza la plata...".
Una chica, con boina y anteojos, llevaba de tiro un perrito de raza -reconocida- con capita de color.
Dos mujeres del plan trabajar juntaban -aceleradamente- los papeles y envases que tiraron los desaprensivos de siempre.
En la esquina, la joyería "El cofre" tiene una puerta enrejada y otra no. En las vitrinas se exhiben las joyas que jamás compraré, ni quisiera...sólo aprecio las bombillas de alpaca, me gustan.
Por Alem vi el gran tronco de la que fuera una tipa gigante. Allí, justo al lado, por última vez lo miré al Pique y le hice una caricia. Le faltaba una pata. Iba con todos a las movilizaciones. Un día cualquiera ya no fue más.
Un gatito gris se asomó, tímido, a través de la reja.
Sobre la pared se leía, con gruesos trazos de pintura bermellón: "MEDIANERA EN JUICIO".
San Martín al final, rumbo al río, naranjos amargos de frutos redondos, de follajes verdes y oscuros, frondas redondeadas. Pasan por allí los alumnos del Nacional. Usan las naranjas como pelotas.¿Alguno habrá sentido su fuerte aroma? ¿Quién habrá partido una naranja alguna vez y al sentirla tan amarga frunció el ceño y la arrojó lejos? Se de tías y abuelas que también con ellas hicieron dulces.
Antes de doblar, alguien ha puesto un camastro y ha dejado un pote con agua. Es que en la cuadra vive un perro beige, pernocta allí cada tanto.
El viejo cruzó la calle con su muleta, despacio, a su ritmo, entre la hilera de autos.
Frente a la escuela el muchacho estaba sentado en el paredón bajo del espacio verde, a su lado la muleta...
Considerada la situación, no hay entre ellos grandes diferencias. Algunas veces, la desgracia nos iguala.
Y el colectivo siguió su marcha. Cada esquina un timbrazo; subió mucha gente; el conductor estaba alterado.
¿Cómo no estarlo?, me pregunté. No podría ser conductora de un colectivo urbano. Un grupo de adolescentes se reía de todo...y de nada. Todos mirábamos por las ventanillas. Cada quién en su pequeño-gran universo.
En tanto la luna seguía allí, impertérrita, sublime.***
Texto: M.A.O
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