He pensado en las pinceladas blancas que
el rasgado atardecer mostraba en uno de sus flancos.
Recuerdo tu silueta, la cortina musical del "Bar de Casimiro",
la vieja silla de hierro pintada de turquesa, tu delantal algo manchado, el mostrador, la balanza, la mesita movediza con cajón incluido, aquella mole llamada sierra, el friso verde oscuro, la puerta hacia el fondo, tu última puerta...
Estrujo el recuerdo para escuchar aquellas, las palabras, la despedida, y te veo otra vez darte vuelta, alejarte agobiado, volando tu camisa. Y no te encuentro. Lo se. Se que no estás. Lo se. Pero aún sabiéndolo guardo la esperanza de volverte a ver, aunque la espera sea absolutamente ilusa, plena y real, descaradamente errónea, descarnada y cruel, inútil....
Y cómo olvidar tus manos y las estrellas en tus ojos. Me he interrogado acerca de si las estrellas estaban sólo cuando reías o estaban siempre...atesoraste luz para trocarla con toda la oscuridad que bebiste. Manos amplias, gruesas venas, mirada triste.
Apresuraste los pasos para llegar más pronto. Quemaste la infancia sin desearlo, quizá la incendiaron otros. Adolescencia de adulto que arremete al mundo. Decisiones. Zozobras. Adicciones.
Dolor. Intenso. Dolor.
Y fue de madrugada, un amanecer rojo, una iglesia sin campanadas. Alzaste tus huesos sobre la derrota. Soltaste tu vida.
Hallaste la nada. Mediste tus fuerzas en un mano a mano con la muerte, estabas convencido de que ella ganaría la partida.
Esperé. Creí que era sólo un sueño oscuro, un retazo lejano de otras vidas.
Nunca volviste. Quedaste ahí, suspendido en el aire y en el tiempo. Alejado de vos....y de nosotros.
Te fuíste.
Cruzaste por fin la última barrera....desapareciste.
Sólo que seguís aquí. Seguís en mi memoria.***
TEXTO: M.A.O
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