Deshojada.
Bella aún en la tristeza y el abandono.
Imagen última de la última lágrima.
Y quiso el sueño que fueras
más bella, más aún, más...
para golpearte al despertar
guiñapo huracanado del destino.
¿Para qué servirían tu tersura,
tu luminoso aspecto de hada?
Era de muerte, de muerte
tu exhalación y tu perfume.
Fría y blanca se esparcía
la niebla a tu alrededor.
Extática y ajena
aceptabas tu sino...
expuesta, vulnerable,
sin velos, extrañada de vos misma.
A lo lejos un trino
se hizo miles de trinos.
Los pájaros sabían
sabían tu destino,
por eso te cantaban,
albores del camino.
Se abismó la arena
en el fondo del mar profundo.
Un saxo desolado
exhalaba sus notas, tan tristes...
Lloraban tu partida,
decepción,
trizamiento.
Resquebrajó su risa
las entrañas de la tierra.
Dormía.
El sueño la soñaba.
Ella lo dejó hacer.
Más allá de todo,
si es que el todo existía,
no lloró,
no imploró,
sólo se desmenuzó
en el aire,
como azules cenizas.
Otrora fue bella.
Otrora fue.
Ya no es.
Nada.***
Creo que la melancolía en el fondo es la reacción a la sed de infinito. Y de ello suele surgir belleza. Como el poema que aquí dejas.
ResponderBorrarAbrazos, desde una Barcelona que ahora comienza a despertar a un día primaveral
Sed de infinito, mirada lejana, angustia del ser...cuando la razón no encuentra explicaciones la poesía libera el alma cautiva.
ResponderBorrarMoltes gràcies Jan! Me alegra saber de tu Barcelona en primavera.